martes, 8 de abril de 2014

Palabras

Las palabras son tan vacías, tan carentes de vida, que casi parece absurdo que formen una parte tan importante en nuestra comunicación. Una palabra difícilmente puede llegar a expresar un sentimiento verdadero, simplemente se dedica a intervenir de forma descarada en conversaciones ajenas. Una palabra mal expresada, una sílaba incorrectamente pronuncia, una letra mal escrita, y todo se deshace. ¿No sería maravilloso poder, sencillamente, abrir mi mente al exterior, dejando así que todos vean lo que se esconde tras esos molestos intermediarios que no son más que agrupaciones de letras al azar? Todo sería mucho más fácil si nadie tuviera que esconder sus miedos, si todos los expusiéramos al resto. Pero por otra parte, esto daría pie al escrutinio, por lo que a veces, considero una suerte que nadie sea capaz de ver mis secretos, de escuchar mis pensamientos. Porque si así fuera, dudo que alguien se me acercara. Las palabras pueden sugerir sutileza, elegancia, cuando en realidad lo que verdaderamente quiere expresarse es una sensación de repugnancia. Aquí entra en juego la capacidad de actuación que parece tener todo el mundo menos yo. A todos parecen dársele genial murmurar bellas palabras cuando en el fondo de su mente, lo que desean es soltar palabras insultantes, peligrosas. Hay que tener un sumo cuidado a la hora de hablar, de dejar a las palabras fluir desde tus labios, porque las palabras son el todo y la nada. La nada y el todo. Ojalá pudiera expresar mis sentimientos como quiero, ojalá las palabras desapareciesen y solo quedara un eterno vacío. Un silencio imperturbable. Una oscuridad absoluta. La nada. Pero por desgracia, lo dicho siempre quedará dicho y nunca será olvidado.

lunes, 10 de febrero de 2014

¿Juventud?

El nudo que aprisiona mi garganta parece no querer desaparecer. Trago saliva constantemente, con el fin de poder respirar con tranquilidad. Pero todo mi intento es en vano. Parece que incluso ese dolor tan intenso que siento ahora mismo, se está regodeando dentro de mí, disfrutando de mi sufrimiento. Crecer es una mierda. Hacerse mayor, adquirir responsabilidades... No quiero nada de eso. Con cada nueva responsabilidad que se me otorga noto como mi juventud se escapa de mis dedos, sin yo poder hacer nada para remediarlo. Es absurdo creerse un Peter Pan, pero firmaría por serlo. No, definitivamente no quiero crecer, ¿para qué? ¿Para qué voy a enfrentarme a la vida real cuando estoy a salvo en mi burbuja de amor y felicidad?

Esa angustia que me corroe no puede ser buena, desde luego. Tampoco tiene por qué ser mala. Simplemente es ley de vida. Cambiar, evolucionar, madurar... Pero suena todo tan lejano y aburrido. Sencillamente, no me apetece.

sábado, 25 de enero de 2014

Atardecer

Corro hacia delante, sin volver la vista atrás, evitando cualquier contacto visual con las sombras que me rodean y me juzgan en silencio. En el horizonte puede distinguirse un punto rojizo, brillante y extremadamente bonito. Es el sol. Queda poco para que ese maravilloso ente desaparezca, dando paso a la fría y oscura noche. Donde todo es monstruoso y terrorífico. Por eso decido que es un buen momento para disfrutar de la belleza de los últimos atisbos de luz solar, que me acaricia la piel. Me atrevería a decir incluso que el atardecer es un paisaje bonito, digno de deleite, pero sé todo lo que lleva consigo. Por cada segundo que transcurre, la noche se hace más patente, inundado las calles con su invisible manto de opaca oscuridad. Escalofríos electrizantes empiezan a azotar mi cuerpo, pero a pesar de ello, no me detengo. Sigo corriendo, huye de todo eso que me persigue, doy zancadas cada vez más amplias con el objeto de alcanzar la inalcanzable luz del horizonte.

jueves, 16 de enero de 2014

Tinta y papel

A veces creo que lo único que me permite no estallar en mil pedazos, es escribir, plasmar mis sentimientos aquí y allá. La gran mayoría nunca serán revelados, nadie los leerá, ni quiero que eso pase. Con cada letra, con cada pincelada de imaginación que me permite crear frases ingeniosas, que al menos lo son para mí, noto cómo una sensación de lo más agradable me invade, regodeándose en mi interior. Soltar mi mierda es algo que me parece tan satisfactorio, incluso tan divertido, que estoy seguro que jamás dejaré de hacerlo. Puede parecer cobarde, escribir todo lo que no me atrevo a decir, enfrentarme con un papel y un lápiz antes de hacerlo con la realidad... Pero es tan sencillo, que lo cobarde sería no hacerlo. ¿Por qué debo arriesgarme al escrutinio cuando la tinta lo esconde? Esa mancha negra y borrosa se encarga de guardar nuestros secretos, nuestras emociones, bajo ese manto blanco pulcro de sutileza y discreción que es el papel. Lo bueno de escribir, no es el mero hecho de poder desprenderte de todo lo que ansías contar, librándote de un gran lastre, que también, pero su punto fuerte es el hecho de que todo eso puede ser almacenado, guardado en otro lugar distinto que en el interior de nuestra mente. Porque a pesar de que esta es una sabia máquina, a veces olvida. Y no quiero olvidar. De los errores se aprende, y mi vida está llena de ellos. Así que por ahora, me mantendré alejado de este mundo, escribiendo, con lápiz y papel, hasta quedar saciado de puro placer por esquivar con éxito los problemas que trae la vida.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Dosmilcatorce

Y aquí llega, otro año más. Otro año más de falsas promesas, en el que poseemos una hoja en blanco donde pintar los mismos garabatos de siempre. Donde ser los mismos de siempre. Los años pasan y pasan, el tiempo sigue su curso, fluyendo inexorable hasta llevarnos a nuestro final. Y yo me encuentro impasible, ahí en medio, procurando atrapar en vano cada segundo que escapa de mis dedos, cada vestigio de mi ser que se consume como la ceniza. Los días, las horas, los minutos... Cada vez se suceden con más urgencia. Tienen prisa por terminar, por acabar con este juego que es la vida. Una cuenta atrás está iniciada. Cada año nuevo nos lo recuerda, nos refresca la memoria a la hora de afrontar la vulnerable realidad en la que vivimos. ¿Cuánto tiempo nos queda? ¿Cuántas cifras nuevas podremos ver en el calendario? Nuestro tiempo se agota por segundos.

martes, 17 de diciembre de 2013

Optimismo

Porque... ¿Qué más da? Los días pasan, el tiempo se agota, y este es oro que no puede desperdiciarse en minucias. Cada día es un regalo, que debemos disfrutar con una sonrisa en el rostro y con la muestra de una felicidad sincera en nuestra alma. ¿Para qué perder el tiempo con la amargura y con esa zorra a la que llamamos tristeza? ¿Qué más da si al final todo acabará? Más tarde, más temprano... Pero lo hará. Y mejor es haber disfrutado de esta vida, que lamentarse por haberla perdido entre depresiones.
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, la oportunidad. Yo tengo la oportunidad de desconocer lo inalcanzable y valor para temer lo que me debilita.